Ayer acompañé a un amigo a un ensayo para una muestra que van a hacer el domingo en la academia donde estudia canto.
La banda que ensamblaron constaba de él en voz, el profesor en bajo y del resto de los instrumentos se encargaban dos niñas y un niño de entre 12 ~ 14 años, no estoy seguro. Escribo sobre esto porque me emocionó mucho verlos ensayar. Era la primera vez que veía a una banda ensayando. Me encantó conocer el clima que se genera en una sala de ensayo, por más pequeña que sea. La unión invisible que se arma entre las personas. Pero por sobre todas las cosas, me emocionó la energía con la que hacían las cosas los niños, ¡además eran muy hábiles!. Que lindo que puedan canalizar toda esa fuerza que está en la infancia y que después se va apagando en algo que les apasiona. La guitarrista, a pesar de que el tecladista y la baterista se oponían, insistía con pensar un nombre para la agrupación, ya que el domingo iban a tener que presentarlos sobre un escenario. También le proponía a los demás que, si querían, se juntaran todos a ensayar de vez en cuando, cuando fuere posible. Ojala nunca pierdan todo ese entusiasmo.