«La verdadera patria del hombre no es el orbe puro que subyugó a Platón. Su verdadera patria, a la que siempre retorna luego de sus periplos ideales, es esta región intermedia y terrenal del alma, este desgarrado territorio en que vivimos, amamos y sufrimos. Y, en un tiempo de crisis total, sólo el arte puede expresar la angustia y la desesperación del hombre, ya que, a diferencia de todas las demás actividades del pensamiento, es la única que capta la totalidad de su espíritu, especialmente en las grandes ficciones que logran adentrarse en el ámbito sagrado de la poesía. La creación es esa parte del sentido que hemos conquistado en tensión con la inmensidad del caos.»
Hoy, releo aleatoriamente los párrafos en «Antes del fin» de Ernesto Sabato (Siempre lo tengo ahí, ayudándome. Siempre me arrepiento de no haberlo conocido en persona.) y me doy cuenta que no quiero salir nunca más de mi casa sin este libro conmigo. La frase que cite arriba es de ahí, y la siento como una regla de vida. Me cuesta decirle «regla», por todo lo que eso implica, tampoco puedo llamarla «Verdad universal» porque sería contradecirme conmigo mismo. En este momento, siento que me robaron. Nada material, sino a mi mismo. Será que esa fuerza a la que llamamos amor es la que sostiene el territorio donde hacemos cosas, y ahora no está disponible. Leer me hace bien. Escuchar música también. Me parece que tiene que ver con eso: abrirse a cosas hechas por otros con amor, y recibir un poquito de eso, guardarlo adentro, y de a poco recuperar tu lugar para hacer.
Que gran filosofo de la vida humana fue Sabato sin querer serlo. Cuanta comprensión junta en una sola persona, cuanta sensibilidad. Y quien esperaría algo así de un físico. Es otra lección que nos dejó, supongo.