Ensayo ajeno

Ayer acompañé a un amigo a un ensayo para una muestra que van a hacer el domingo en la academia donde estudia canto.

La banda que ensamblaron constaba de él en voz, el profesor en bajo y del resto de los instrumentos se encargaban dos niñas y un niño de entre 12 ~ 14 años, no estoy seguro. Escribo sobre esto porque me emocionó mucho verlos ensayar. Era la primera vez que veía a una banda ensayando. Me encantó conocer el clima que se genera en una sala de ensayo, por más pequeña que sea. La unión invisible que se arma entre las personas. Pero por sobre todas las cosas, me emocionó la energía con la que hacían las cosas los niños, ¡además eran muy hábiles!. Que lindo que puedan canalizar toda esa fuerza que está en la infancia y que después se va apagando en algo que les apasiona. La guitarrista, a pesar de que el tecladista y la baterista se oponían, insistía con pensar un nombre para la agrupación, ya que el domingo iban a tener que presentarlos sobre un escenario. También le proponía a los demás que, si querían, se juntaran todos a ensayar de vez en cuando, cuando fuere posible. Ojala nunca pierdan todo ese entusiasmo.


El arte como salvación

«La verdadera patria del hombre no es el orbe puro que subyugó a Platón. Su verdadera patria, a la que siempre retorna luego de sus periplos ideales, es esta región intermedia y terrenal del alma, este desgarrado territorio en que vivimos, amamos y sufrimos. Y, en un tiempo de crisis total, sólo el arte puede expresar la angustia y la desesperación del hombre, ya que, a diferencia de todas las demás actividades del pensamiento, es la única que capta la totalidad de su espíritu, especialmente en las grandes ficciones que logran adentrarse en el ámbito sagrado de la poesía. La creación es esa parte del sentido que hemos conquistado en tensión con la inmensidad del caos.»

Hoy, releo aleatoriamente los párrafos en «Antes del fin» de Ernesto Sabato (Siempre lo tengo ahí, ayudándome. Siempre me arrepiento de no haberlo conocido en persona.) y me doy cuenta que no quiero salir nunca más de mi casa sin este libro conmigo. La frase que cite arriba es de ahí, y la siento como una regla de vida. Me cuesta decirle «regla», por todo lo que eso implica, tampoco puedo llamarla «Verdad universal» porque sería contradecirme conmigo mismo. En este momento, siento que me robaron. Nada material, sino a mi mismo. Será que esa fuerza a la que llamamos amor es la que sostiene el territorio donde hacemos cosas, y ahora no está disponible. Leer me hace bien. Escuchar música también. Me parece que tiene que ver con eso: abrirse a cosas hechas por otros con amor, y recibir un poquito de eso, guardarlo adentro, y de a poco recuperar tu lugar para hacer.

Ernesto.

Que gran filosofo de la vida humana fue Sabato sin querer serlo. Cuanta comprensión junta en una sola persona, cuanta sensibilidad. Y quien esperaría algo así de un físico. Es otra lección que nos dejó, supongo.


A veces…

«Aquí no hay más cómplices que tú y yo; tú por opresor, y yo por libertador, merecemos la muerte.» Túpac Amaru

A veces, en el tiempo que pasa entre que una canción nace y se produce para que quede lo mas linda posible, las ganas de compartirla se me van. Es como si todo el entusiasmo que había al principio se fuera opacando por otras cuestiones más del pensamiento o por miedo a algo. Y es algo que me ocurre con las canciones que dependen más de mi. Por ejemplo, cuando hay otros artistas invitados, el entusiasmo crece en vez de disminuir. Supongo que tiene que ver con compartir, no solamente la canción, sino las expectativas y los sentimientos. De todos modos, hace tiempo que tome la decisión de compartir las cosas, a veces también gracias a la ayuda de mis amigos que me sugieren hacerlo, o que me dan ánimos. Dentro de poquito voy a publicar el mini-álbum Cronos. Es cortito. No se que cosas despertará en las personas que lo escuchen. Es bastante extraño.

Son cómplices, ambas partes de mi, las que liberan y las que oprimen. Quizás merezco la muerte (?).